Lecciones de un niño de 7 años

De paseo el fin de semana, paramos en una tienda de videojuegos. Mi hijo menor me dijo Papá, me gustó este juego.
Y me encantó su pregunta… Porque en lugar de hacer berrinche e insistir en que se lo comprara, normal en un niño, me dijo, Papá, ¿qué tengo que hacer para ganar el dinero suficiente para comprarlo?
Y lo reté aún más. Le dije, ¿qué se te ocurre que puedes hacer provechoso y de valor que se pueda intercambiar por dinero?
Se quedó pensando un rato y me dijo, Papá, ya sé, ¿si corro 20 km en la caminadora con eso puedo ganarme el dinero para comprarlo?
Le dije que sí, me gustó su propuesta. Porque él puso el reto, no se lo impuse yo. Fin de la conversación y nos fuimos de la tienda.
Al otro día, escucho temprano que se para, ya estaba en pants y tenis, y me dice, Papá, ¿me conectas la caminadora porque voy a correr 20 km?
Le ayudé a conectarla, se subió y se puso en marcha. ¡Yo estaba sorprendido! Pero me mantuve al margen sin expectativas. Sólo observé lo que él hacía y lo apoyé en lo que me pedía, sin entrometerme.
Aproximadamente 5 horas después, me dijo Papá, me duelen mis pies… Había olvidado ponerse calcetas y le había salido una ampolla en un dedito… Le pregunté, ¿qué quieres hacer? Me dijo, voy a parar. Detuvimos la caminadora y la distancia marcaba 16.7 km.
 
Y esta maravillosa experiencia, me regaló las siguientes enseñanzas:
 
No hay límites, todos podemos lograr lo que nos proponemos, sólo tenemos que preguntarnos “cómo le puedo hacer”, en lugar de ver obstáculos y protestar (“hacer berrinche”).
 No hay que “preocuparse” por el resultado, sólo hay que tener clara la meta final, el “qué quiero”, “por qué lo quiero” (“para qué”) y disfrutar el proceso.
Va a haber cosas en la vida que no nos van a gustar. Pero podemos hacer divertido el proceso con un poco de ingenio y creatividad. Mi hijo puso enfrente su Tablet para ver caricaturas y me pidió que le acercara agua y comida.
Cuando ponemos el corazón en una intención y nos dejamos guiar por nuestra sabiduría interna, la vida conspira en nuestro favor. Mi hijo no llegó a los 20 km, pero su fuerza y determinación me conmovieron y por supuesto que le compré su video juego.
No controlamos todas las variables, más bien co-creamos con la vida, negociamos los términos de nuestros sueños con ella, pero hay que fluir y adaptarnos. Mi hijo se enfocó en el objetivo de los 20 km inspirado por su meta final que era su video juego. Le salió una ampolla y tuvo que parar, pero logró su meta final porque puso su parte y dejó que la otra parte la pusiera la vida, que siempre le cuida la espalda.
¡Resiliencia! Porque no fue grato para un niño estar 5 horas caminando y sentir dolor en sus piernas y en sus pies; pero su mente fue más fuerte que su cuerpo y su corazón más sabio que su mente, siguió y supo cuándo parar, sin que nadie se lo dijera. 

Coach Javier Córdova